La Autoría, esa dama misteriosa y escurridiza.

Dice la RAE que «el autor es la persona que inventa algo», o «…ha producido una obra científica, literaria o artística», incluso «persona que es causa de algo», entre otras acepciones.
Esta última es la que más me interesa. Ser causa de algo es un concepto muy amplio, podría incluir al que contrata a un «negro» para que le escriba un libro, al que falsifica una obra, incluso al que se la apropia vilmente.
Durante la Edad Moderna, en el Renacimiento y Barroco, hombres y mujeres artistas eran absorbidos por los talleres. Familias al completo pintaban para el cabeza de cartel. Ese fue el caso de Marietta Robusti y su hermano, que pintaban anónimamente para su padre, el Tintoretto, que, no por casualidad, fue uno de los pintores más prolíficos.
La mayoría de los artistas carecían de un «nombre» salvo los que salían del taller para montar el suyo propio: el caso de Van Eyck saliendo del de Rubens, Rafael Sanzio del de Perugino, Artemisa Gentilleschi del de su padre, Orazio, o Leonardo da Vinci del de Verrocchio. En la actualidad me temo que los pintores a la sombra ya no son tan sumisos, si no que se lo pregunten a Fumiko Negishi que demandó a su jefe, Antonio De Felipe.
«Negros» los ha habido siempre. Si no basta darse una vuelta para las librerías y ver cuánta estrella mediática, en múltiples campos que no son la escritura, está de enhorabuena. La falsificación tiene un halo de misterio y diría que es hasta cool en falsificadores como Elmyr d’Hory. Hablando de apropiaciones, la ciencia está plagada de inventos que los ha patentado otro, más rápido y con menos escrúpulos.
Y luego están los que escriben la Historia y deciden quiénes son los autores. Los que han ido construyendo la Historia del Arte, o la del Mundo y sentencian, con sus escritos, que no ha habido mujeres artistas, ni científicas, ni siquiera hembras que hayan hecho nada importante para la Humanidad. Así han atribuido obras de pintoras reconocidas en su época a varones. O escrito crónicas en las que se minimizaba el poder de una reina frente al de un rey, o se le cuestionaban sus descubrimientos a Madame Curie al no aceptarla en la Academia de la Ciencia de Francia, por poner un ejemplo.
Por supuesto, no solo han sido las mujeres las protagonistas de esta supresión en la Historia.
El tiempo y los nuevos recursos están poniendo las cosas en su sitio: se revisan autorías, se da la importancia que toca a científicas sometidas en el pasado al «efecto Matilda» o se estudia la Historia desde unas fuentes más fiables.
Así que es importante preguntarse de vez en cuando «Y eso, ¿De quién es?»
Porque para mí era y es un tema esencial, lo he explorado en la novela. Si quieres saber cómo, me temo que vas a tener que leerla.
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matildelladoescritora@gmail.com
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Gracias Gina, un placer conectar contigo.